Susurran las voces desde lo alto de la montaña, llamando a los niños que un día se marcharon. Con la frente rayada y la piel engordada por la arena, mira hacia el sol el pastor que solo en la montaña sigue caminando buscando un sentido.
Pocas horas quedan para volver, pocas ganas hay, no queda nada en ningún lugar que lo anime a sonreir cuando sus perros llegan. Solo se tiene a el, su libertad es su condena, su silencio su música y su pasado su película favorita.
Cuando te fuiste era ya tarde para acompañar a nuestro hijo a la gran ciudad, debe vivir su vida, y yo debo sufrir la mía. No quiero que vuelva, no aquí, ya no tengo hijo, lo he decidido yo y no quiero compasiones, por eso salgo a la montaña cada día bien pronto, y vuelvo sólo si la noche maleducada me demuestra su hastío con un su gelido manto de estrellas.
Porque aquí estoy con ella y estoy con él, y a veces estoy más cerca de ti, y te cuento como le va.
Recibí una carta suya y la deje en la hermita de la montaña. Me dormi mientras los perros jugaban a mi alrededor.



-Buenos días, Herminia. Como le va?, hace ya mucho que no vengo por aquí. He estado llamando a casa y no me abre nadie, sabe usted donde esta mi padre?

-Hijo mio, hace semanas que no lo veo. Ultimamente siempre esta con las ovejas, sale muy temprano y vuelve tarde. Le gusta estar solo, pero viendo el frío que esta haciendo estos días, creo que no es bueno para él que pase tanto tiempo en la montaña.

-Si, tiene razón, sabe de alguien que lo haya visto?

-Pregunta en el bar, creo que desayuna alguna vez alli, cuando "el tintorero" se recoge pa casa.

-Muchas gracias.

El dueño del bar le dijo que la última vez que lo vio fue hace dos días, segun el aún no habria vuelto. Le comento que a veces se pasaba más de cuatro días en la montaña, pero alomejor debería salir a buscarlo.

Se subió al coche he inicio la busqueda, recorrió los caminos que le habían señalado hasta que perecian en la montaña. Entonces se adentraba un poco caminando y gritaba con todas sus fuerzas. Su eco ensordecía los susurros de las montañas. Al rato se daba la vuelta y volvia a probar otra ruta.

Como muerto de hambre, la desesperación le aclaro la mente. Recordó los viejos paseos en familia y cambio de dirección.



De repente vi ovejas en lo alto de la montaña, cerca de la hermita. El camino era dificil así que subí andando. Las ovejas caminaban famelicas alrededor de la hermita, algunas yacian muertas en la tierra. No había rastro de mi padre, ni de nadie, al acercarme a la hermita encontre un papel tirado, me di cuenta que era la carta que le escribi. Mis lagrimas regaron aquella seca tierra, no sabia el cómo, pero sabia el qué. Me deje caer al suelo.

Entonces, aparecieron dos perros, pusieron sus hocicos delante de mi cara y me miraron a los ojos.

Tenía miedo, pero aquella impenetrable mirada me produjo curiosidad y ..calma. Su aliento caliente entre todo el frío, sus cuerpos fuertes entre las ovejas famelicas, y aquella mirada protectora. Entendí que no había de que temer.

A cierto punto uno de los perros comenzo a lamerme la cara. Me perdí durante un rato en su consuelo y pésamen. Eran la familia más cercana que tenia, eran mis mejores amigos, además de mis protectores en aquella montaña perdida.

Me quedé dormido, dormí toda la noche, y no pase frío. Al despertar no estaban.

No los busqué.Nunca se lo he dicho a nadie, ni lo pienso demasiado, pero decidí creer que aquella noche la pase con mis padres. Y por segunda vez me tenia que marchar. Escribí otra carta y le deje al lado de la que descansaba en el suelo.

Bajando por el camino oí a unos perros susurrar mi nombre.