domenica 23 novembre 2008


Bunbury esta mayor y Calamaro también. Ya no hacen cosas como las que hacían, sus últimos discos no están mal, pero no es lo de antes. He oído que Extremoduro aún mantiene el nivel, serán la esperanza del rock patrio. De Sabina ya ni hablamos, juntándose con Serrat para no morír olvidado. Tequila saca grandes exitos, y Loquillo tiene un disco nuevo que destaca entre la música de calidad regular y talento acomodado a los que nos tienen acostumbrados. Después de tantos años la gente se hace mayor, la vida útil del artista se va acabando, las máquinas se estropean y a veces arreglarlas no es la solución más económica.
Así que, en espera de que baje el precio del último de extremoduro o de que me ponga un internet decente en casa para poder bajarlo, me voy a buscar nuevos ídolos nacionales para que me acompañen en la carretera mientras veo los toros de Osborne. Pero buscar entre lo más vendido es inútil, y no es por ser pancartista, pero es verdad. Como máximo encuentro Pereza o Quique Gonzalez (que son super colegas, yeah!), pero llegados a este punto casi prefiero Nena Daconte, que ahora que no son novios molan mas. Vamos una mierda, a ver si saca algo Marlango para mantener un poco de nivel en los 40 principales. Pero ahora mismo, no hay manera.
Así que lo mejor es tirar de grandes figuras que siempre han estado ahí pero sin gritar demasiado y por tanto aún no se han quemado. Gente que pego el bombazo cuando eran más jóvenes, pero que al madurar optaron por dejar aquello y hacer una apuesta por la música algo mas seria y respetuosa, más cerca del músico que de la estrella. Santiago Auseron alias Juan Perro es un buen ejemplo, un tipo chulo y carismático que hace una música autentica y notable. Pero mis últimos amores son, por un lado Josele Santiago, que gana en autenticidad, y que canta canciones muy frescas lejos de cualquier esquema de melodía pop, es como si te contara al oído historias absurdas llenas de humor y humo. Y por otro lado, Christina Rosenvigne, de la que me estoy enamorando perdidamente, y lo empiezo a pasar mal.